¡Hola a todos!
Con esta entrada, seguimos con el especial Alicia en el País de las Maravillas. Esta vez os raigo un relato que escribí para una antología, pero por mala fortuna el proyecto no funcionó, pero me viene de perlas para este mes, así que quería compartirlo con vosotros, así que espero que os guste.
Recordad, que si queréis comentar algo sobre estas entradas, podéis utilizar el hashtag #EWonderland (Especial Wonderland).
Así que, vamos allá:
─Minino de
Cheshire ─empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le
gustaría este cariñoso tratamiento; pero el Gato no hizo más que ensanchar su
sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba─. Minino de Cheshire,
¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
─Eso
depende, en gran parte, del sitio al que quieras llegar –dijo el
Gato.
─Entonces tampoco importa mucho el camino que
tomes –dijo el Gato.
─ … siempre que
llegue a alguna parte –añadió Alicia como explicación.
─¡Oh, siempre
llegarás a alguna parte –aseguró el Gato─ , si caminas lo suficiente!
Cheshire se
fijó en sus ojos, esos que albergaban tantas locuras, el reflejo
de un alma de pura alegría.
Y en sus
manos, esas que habían acariciado su ahora translucido pelaje. Junto a sus labios,
que tantas historias le habían contado.
No obstante
ella no lo sabía, no lo recordaba, pues era muy pequeña para hacerlo.
Una extraña
amistad entre animal y humano, extraña, y ¿cómo llamarlo? Loca,
chalada, chiflada, lunática, majara, ida, alocada… perturbadora.
Alicia tenía
una gran obsesión con las plantas, y los animales; al menos, cuando era
pequeña. A veces, el gato creía que a la muchacha le gustaban tanto, que
incluso creía que estas le hablaban, y ella, alegremente, les contestaba;
incluso, en ocasiones, les ponía nombre. “Buenos días Margaret ¿Qué tal
está?” preguntaba ella al jazmín más hermoso del jardín de su vecina, una
mujer de pelo oscuro y corazón rojo como la sangre. “¿Me estás
hablando tú, muchacha engreída? Que crees, ¿Qué porque eres más
inmensa que yo debo temerte? No lo creas así, pues algún día las cosas
cambiaran” contestaba día tras día la flor. Pero Alicia no se
cansaba, no dejaba de preguntarle a la ridícula y cargante planta, pues sabía
que se comportaba así porque así había nacido y crecido, y que si no
cambiaba era porque no quería. Sin embargo, un día, Cheshire, cansado de
la engreída respuesta que recibía siempre la pobre
Alicia arrancó todas y cada una de las flores del jardín de la vecina
de Alicia, estropeando todo a su alrededor: césped, arena, y
vidas.
Pero las
plantas no eran los únicos seres con los que Alicia recibía
conversación. También había una oruga, a la cual solía llamar Absolem.
Siempre la encontraba en el mismo lugar, sentado encima de la seta tras el olivo.
─Oh querida
Oruga…¿Suelen las flores comportarse siempre de tal manera? ─preguntó Alicia a
la azul y verde oruga.
─¿Cuál manera?
─contestó ella, moviendo sus pequeños labios, como si de fumar se tratara─. Yo no lo veo.
─¿Quieres decir
que solo le hablan a usted así?
─Pues
verdaderamente no lo sé, pues nunca las he visto hablar con nadie más.
─Entonces no es
solo contigo…o ¿acaso los pájaros se comportan igual que sus huevos?─cuestionó la Oruga, dejando a Alicia desconcertada.
─No, aunque
¿eso que tiene que ver con el comportamiento de esas flores?
─El
comportamiento no es algo que se tiene, es algo que se consigue. Veo
que a usted señorita, no le interesa, pues sé que es
humana. Y a los humanos les importa más tener, que ser.
─Ojala fuera
como tú –deseó Alicia tras un silencio.
─¿Cómo yo?
─ Sí, como
usted.
─Oh, no
señorita, no me gustaría que fuese como yo. ¿Cómo sabría quién es
usted, y quien yo?
─Oh, querida,
es usted la que no me entiende a mí.
─Sí que la
entiendo, querida Oruga.
─O no, no lo
hace, y no lo niegue. Pues lo sé.
─Sí que lo
hago.
─Hay muchos
peces que creen volar, más lo único que hacen, es salir a la superficie un par
de dedos ─dijo Absolem, desapareciendo en lo que parecía ser una nube de
humo.
Alicia, cansada
de estar fuera, decidió entrar en su casa y tomar un té. Así lo hizo.
Cogió una de sus tazas y se echó todo lo que pudo, para después sentarse en la
silla de la cocina asombrada por el gran día que hacía. Dio un largo
trago, mientras cerraba sus ojos para sentir el calor de la bebida. Pero
escuchó un sonido mecánico, y al abrir los ojos para saber qué había
producido tal ruido percibió una sombra entre los platos en mármol de la
cocina. Intentó ir hacía donde creía que provenía el sonido, sin embargo no vio nada, giró la cabeza a sus dos lados, y tras la puerta, divisó lo que parecía
ser una bolita blanca y muy esponjosa, y se dispuso a seguirla. Pero
no pudo. Salió de casa y siguió las patas para ver a la cosa, y observo a un conejo
saltar a un agujero en el suelo, una madriguera, y seguramente, juraría, que
aquel animal, llevaba un reloj.
Tras unos días,
la vecina malvada había visto las flores de su jardín, pisoteadas y esparcidas,
como si de hojas secas se tratase. Enfadada, cruzó su jardín, y fue hacía
el que ella creía ─y era realmente─ el causante de la muerte de sus preciadas
plantas. Con cuchillo en mano, alzó sus brazos sobre el Gato y su cabeza cortó,
decapitándolo irremediablemente. Pero el gato giró su cabeza, y con sus últimas
fuerzas, sonrió a la vecina, con la más grande de sus sonrisas, para dedicarle
un gran “adiós”, o mejor dicho, un “hasta luego”.
─¿Qué clase de
gente vive por estos parajes? ─dijo Alicia, devolviendo a Cheshire a la
realidad o a la ficción, ¿quién sabe?
─Por ahí
–contestó el Gato volviendo una pata hacia su derecha ─, vive un sombrerero; y
por allá –continuó volviendo la otra pata ─, vive una liebre de marzo. Visita
al que te plazca: ambos están igual de locos.
─Pero es que a
mí no me gusta estar entre locos –observó Alicia.
─Eso sí que no
lo puedes evitar –repuso el Gato─: todos estamos locos por aquí. Yo
estoy loco; tú también lo estás.
─Y ¿cómo sabes
tú si yo estoy loca? –le preguntó Alicia.
─Has de estarlo
a la fuerza –le contestó Cheshire─, de lo contrario no habrías venido aquí.
Y entonces, el
gato, le sonrió. Como tantas veces hacía.
Porque a veces
una sonrisa, podía llegar a ser más terrorífica que mil rugidos.
***
¿Que os ha parecido?¿Os gusta como escribo?¿Queréis que suba más relatos? Contadme.






Hola! Me ha gustado el Especial de Alicia y el pais de las maravillas.. Espero que sigas escribiendo cosas como estas. Animo :)
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